Document Type

Article

Publication Date

1994

Abstract

Si tuviera que decir cuál ha sido la obra de Bécquer que más se ha resistido a mi análisis y, sin embargo, ha sido y sigue siendo una de las grandes creaciones del genio sevillano, no vacilaría en afirmar que es "La mujer de piedra", el famoso fragmento de El libro de los gorriones. Sin embargo, la aparente discrepancia entre lo que tantas veces he sentido al leer este relato y lo que en ciertos aspectos puede colegirse de un escrutinio "científico" del texto ha sido la causa de mi perplejidad. Creo ver en la obra un mensaje oculto difícil de descifrar. Simultáneamente, el autor mismo la ha imbuido en una aureola de misterio, repleta de vagas insinuaciones. Y siempre que me acerco a ella, experimento algo como el efecto de los aromas de un perfume en el aire. Sólo quedan las fragancias. De todas formas, es indudable que he sentido en "La mujer de piedra" melancolía sin haber sorprendido apenas una referencia a la tristeza. He experimentado una sensación peculiar de reposo que quiero llamar serenidad, aunque escasamente se usa la palabra "calma" ni aparece el vocablo "sosiego". Por lo que toca al tiempo, lo veo menos "cronológico" que "atemporal". Y aunque este efecto debe algo a la monotonía y la reiteración, deberá más a la inmovilidad y la quietud. Un himno a los mudos restos de lo desaparecido, la narración de Bécquer comunica más que nada la emoción del pasado vivido en el presente. Si entre sus ingredientes abundan la melancolía, la serenidad y la atemporalidad como he sugerido, sólo emergen estos temas tras una larga reflexión. Lo mismo ocurre con otros asuntos de los que hablaré.

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